jueves, 16 de junio de 2011

JUNIO EUCARÍSTICO (II)




El Culto al Santísimo 

FUENTE: http://www.artesacro.org/conocersevilla/hermandades/sacramentales/origenes.html

El culto al Santísimo está relacionado directamente con la celebración eucarística. Durante toda la Alta Edad Media se multiplicaron el número de misas diarias hasta tal punto que hubieron de dictarse decretos de limitación de las misas que podía celebrar cada sacerdote.
Esta es la a causa de la multiplicación de altares en las iglesias. Entre el pueblo sencillo existía una gran devoción y muchos procuraban oír el mayor número posible, pero no como participación, sino en el sentido de que se fue creando una práctica un tanto supersticiosa relativa a la adoración del Santísimo en el momento de la Elevación, que presuntamente producía efectos salutíferos para el alma y el cuerpo de quienes lo observaban con devoción.
Todo ello es fruto de una clara evolución de la eucaristía en relación con la religiosidad y participación del pueblo en la vida de la Iglesia. En los primeros tiempos era una celebración comunitaria y participativa totalmente abierta y comprensible en donde se compartía la vida.
Pero ya cuando el cristianismo se convierte en la religión oficial del Estado romano, las eucaristías se masificaron, perdieron la espontaneidad y se fue creando unas fórmulas ordinarias comunes para unificar la práctica. Junto a esto, los ministros oficiantes, diáconos y los obispos tienden a constituirse en una élite ilustrada que cada vez se aleja más de la comunidad a la que sirve y que los eligieron como responsables y adquiere una supremacía potestativa sobre los fieles.
Cuando desaparece el Imperio Romano y los distintos pueblos que lo constituían van construyendo su identidad y comienzan a establecerse lenguas vernáculas en las que se expresan normalmente todos sus habitantes, el clero lo sigue haciendo en latín en las misas y demás celebraciones.
Esto contribuye aún más a la separación entre el clero y el pueblo fiel, que acude como mero espectador de unos Misterios y unos ritos que no puede entender. Al irse apercibiendo de todo esto, la jerarquía promueve más que una participación real, un acercamiento afectivo, es decir una devoción hacia el Misterio eucarístico.
El pueblo está físicamente separado del presbiterio por una iconostasis cubierta además por una cortina, que sólo se descorría en determinadas partes de la misa, como la consagración, en la que difusamente el pueblo podía vislumbrar la Elevación de las Formas. Así los fieles tenían un sentido de la eucaristía un tanto críptico, misterioso en el que Cristo tenía sólo una relación clara con el clero, que era quien podía entender a ese inaccesible Dios.
De hecho, la comunión de los fieles ha sido desde la Edad Media muy poco fomentada, por una mezcla de excesivo respeto y veneración y la propia consideración devocional que no invitaba ciertamente a recibir las especies consagradas. En el mismo sentido cabe decir que poco a poco se fue eliminando la secular costumbre de que fuera el pueblo quien ofrendara el pan y el vino que se iba a consagrar, estableciéndose poco a poco un tipo de formas especiales cuidadosamente reglamentadas, que hacían todavía más impersonal y alejada del pueblo la celebración eucarística.
De la misma manera, desde el siglo X (Concilio de Clermont.1095), va desapareciendo el uso de comulgar bajo las dos especies, afirmándose el dogma de que bajo cualquiera de las dos, se recibe a Cristo entero. Esta última disposición fomentó no poco la devoción al Santísimo Sacramento.
Toda esta devoción por el Santísimo Sacramento y su realce progresivo fue haciendo posible unas determinadas prácticas de piedad fuera de la eucaristía, entre ellas la exposición permanente o la institución de la Fiesta del Corpus Christi con su solemne procesión pública por las calles.

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